Mi meñique se puso una corbata. Creo que siente que ha crecido y decidió portar personalidad. Ha vilipendiado mi autoridad corporal para manipularla y así cuestionar cada una de mis decisiones.
Debo confesar que me siento temeroso de indicarle hacia qué lado dirigirnos. Mi meñique tan coqueto con su corbata, bien alzado, parece un dandy de las extremidades de la mano; un señor de protuberante elegancia que anda por ahí pavoneándose.
De vuelta a casa, se quitó su sombrero (sentí que la calma volvió), regresó a su sencillez de dedo meñique que le caracteriza y sin atisbos de grandeza. Un simple dedo meñique
(Por cierto, creo que quiere comprarse un sombrero).
Aprendí esto:
Las apariencias no son engañosas, son para engañar.
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