Ayer se movió mi meñique. Como un pajarillo saliendo de su cascarón, comenzó su viaje por la vida. Yendo por ahí o yendo por allá, me muestra lo que su intuición le dicta.
Lo acompaño porque es inseparable a mí y aunque a veces lo odio -por tomarse su independencia muy a pecho sin pensar en que aún pertenece a mi mano- es mi muy querido amigo. Me muestra las cosas y yo las observo, sólo así logro sobrevivir a esta vida que ocupa dos personalidades.
Es como mi alter ego, aunque el simplemente se considera el Ello de mi humanidad. De esto he aprendido dos cosas:
1. Uno no sabe para quien trabaja.
2. Yo no vivo para mí, vivo para mi meñique.