No. 7

La Corbata del Meñique en su nueva faceta cobra vida y hace gala de su presencia para mostrarse en situaciones insoportables, molestas e irreprimibles que son cotidianas y siempre incómodas.

Bienvenidos sean todos a la Corbata del Meñique...

Dia de muertos

Un esqueleto miraba la vía láctea desde una ventana admirando los diminutos huesitos de la noche. A media noche salió a bailar danzón sobre los charcos rojizos que se formaron después de una lluvia roja en el patio; de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y hasta perder su blancura bailó y bailó. Cansado ya, entró a su casa, se puso su sombrero negro, su mascada de seda amarilla y le colocó la correa a su también esquelética mascota de siete patas. 

Caminando por la calle se encontró con un pintor y le pidió que posara para él. El esqueleto ató a su mascota a una farola de luz morada y le dijo: –Te dejaré que me retrates con una condición. Tienes que pintarme como el más bello de los esqueletos.- El pintor aceptó y con un ojo cerrado comenzó a dibujarlo. Se agachó, se tapó el otro ojo, luego ambos, se subió a una silla, se puso de cabeza, y terminó.
Cuando el pintor le mostró su nuevo retrato, el esqueleto quedó tan satisfecho que orgulloso lo llevaba por las calles, brincando de lado a lado, con su mascota y tarareando canciones de amor.
Más adelante, un caballo tatuado de rombos grises, cola blanca y ojos magenta se acercaba. Sobre él, un hombre con capa amarilla, que no nos dejó ver su rostro. El caballo se detuvo frente al esqueleto y el jinete sacó de un portafolio de piel de gato un par de peines. El esqueleto no quiso comprarle ninguno si no le mostraba su rostro. -Descubrirme -dijo. –Eso, imposible. Peligroso. Desafiante. Entonces le propuso quitársela a cambio de todos sus artículos. El jinete aceptó, y lentamente fue alzando su capa. Una luz cegadora impedía verle el rostro. El esqueleto quedó maravillado al ver al hombre más bello del mundo mostrarse. De repente algunas criaturas se acercaron a él y lo rodearon. El portafolios cayó al suelo; el jinete sintiéndose agredido, se cubrió al instante, soltó a galope, y se perdió entre la noche. El esqueleto recuerda con amargura al hombre que un día fue y al que anhela regresar.